viernes, 25 de noviembre de 2016






             Vivencia y percepción de un espacio arquitectónico



El edificio en cuestión es una casa situada en una urbanización a las afueras de Valencia. Se trata de un proyecto de rehabilitación que ha acabado suponiendo una transformación integral, pues originariamente contaba con un único volumen y tras la reciente intervención llevada a cabo, han pasado a ser tres los cuerpos que conforman la vivienda. La parcela está vallada y rodeada de verde. A través de una puerta metálica se accede a la misma y un pequeño sendero de baldosas de piedra conduce hasta la puerta principal. Una vez dentro, es fácil apreciar la importancia de las tonalidades blancas que se le ha dado en la reforma. Tanto paredes, como suelo y techos son blancos. La luz natural penetra desde el exterior a través de grandes paños de vidrio, mientras que la luz artificial se encuentra oculta en rasgaduras situadas en los laterales, donde se encuentra la pared con el falso techo. El salón es la primera estancia que hay al entrar. Es un gran espacio sin columnas a la vista, posiblemente ocultas en los muebles. Por ello podemos apreciar la funcionalidad del espacio. Al fondo se sitúa la cocina, separada del salón por un tabique que no llega a cerrar. Tras la cocina, una pared acristalada se abre al jardín. Las grandes aberturas permiten que haya una importante relación entre interior y exterior, generando una atmósfera muy agradable, sintiendo estar en plena naturaleza pero con el confort de un hogar. En un lateral del salón se abre un hueco en donde se encuentra la escalera y un pasillo. La escalera comunica con la planta superior, donde se sitúan las habitaciones, y el pasillo conduce hasta un segundo volumen que es donde se encuentra el garaje y un gimnasio. Los espacios son grandes, luminosos y cálidos, mientras que la materialidad, con predominio de la piedra, goza de notable presencia. El tercer volumen es un pequeño pabellón situado al final de la parcela, sin comunicación interior con los otros dos cuerpos. La horizontalidad y una geometría ortogonal son el nexo en común entre ellos.

Libro: Atmósferas, de Peter Zumthor (Ed. Gustavo Gili)

viernes, 11 de noviembre de 2016

Vivencia y percepción de un espacio museístico




Hoy voy a hablar de la  vivencia y percepción de un espacio museístico.

Como bien sabemos, llamamos museo a aquel lugar que encierra objetos e información con cierto valor cultural que se expone a los visitantes y que, también, son objeto de estudio.

He de decir que, después de haber leído la obra de Andrés Carretero Pérez, comparto  muchas de sus opiniones y voy a comentar un poco lo que plasma. Parte de la base de que la función que se supone deben cumplir los museos no se corresponde con la que realmente cumplen.

Los museos son meramente objetuales. Según mi vivencia como visitante en alguno de ellos lo que veo son sólo objetos que representan tradiciones populares de varias épocas, pero esto no debería de ser así, porque un museo antropológico esconde detrás de estos objetos algo más. Como bien afirma Carretero: “se trata de exponer conceptos y procesos sociales en lugar de simples objetos”.
Aquí por tanto encontramos el problema, ya que no se profundiza en el objeto, no se lleva a cabo un análisis en el que se plasme un concepto para entender cómo funciona la cultura que esconde cada objeto expuesto.

Podría hablar de las teorías de varios historiadores que opinan que la movilización de dichas obras valiosas a un museo provoca una gran pérdida de lo que es el sentido de la misma obra, porque la apartamos de su contexto y le quitamos parte de su esencia y de lo que esta transmite.
Para entender esto podría hablar de Las Metopas del Partenón conocidas como Mármoles de Elgin cuando fueron compradas por un oficial británico que ordenó quitarlas y desde 1939 estos mármoles están expuestos en una sala del Museo Británico de Londres.